¿Qué no se vende o se compra en la ciudad? Desde navajas para pelea de gallos, cerca de la Central de Abasto hasta objetos mil en Tepito, o sitios donde se reparan guitarras o máquinas de escribir hasta los expendios de hechicería. Y dentro de todo este universo de compra venta, se encuentran espacios dedicados a la satisfacción del estómago, como taquerías, loncherías, cantinas piqueras y pulquerías.
No se trata aquí de conformar un mapa de la ingestión, --que bueno sería-- sino de recordar algunos de los nombres con que han sido bautizados estos sacros lugares de animación espiritual y que demuestran el grado de inventiva que poseen los capitalinos, por eso no debe de extrañar los nombres de ciertos recintos donde se vendía el pulque, y se dice en pasado porque al parecer ahora, el llamado Pub azteca ha sido cambiado por discotecas, bares gringos y cantinas remilgosas donde a la manera yanqui existe en cada rincón o esquina un aparato de televisión que comanda la atención de los parroquianos como si fuera un candado a las antiguas y sabrosas conversaciones.
Por el rumbo de la Villa había un par de pulcatas cuya existencia era paralela, indisoluble, pues una se llamaba El Huevo de Colón, y la otra, la de enfrente, tenía un lapidario y corto nombre: El Otro. Existe aún un expendio de pulques finos, como decían los clásicos, ubicado en plena colonia del Valle, su nombre: La Gran Mona. Pero existieron La Hija de los Apaches. El Gorjeo de las Gargantas. La Gallina de los Huevos de Oro. La Preponderancia de la Tambora. Los Recuerdos del Porvenir. Has Por Venir. Las Glorias de Nixon. Los Cosacos Rusos. Y otra que por fortuna aún existe, allá por el Canal de la Viga, en pleno Iztacalco, llamada Los Hombres Sin Miedo, en honor del fundador de la dinastía torera de los Silveti, el abuelo Juan, a quien le apodaban Juan sin Miedo.
Si de arte de Cúchares se trata, del arte taurino, que no del toreo pues así se le llama a los expendios clandestinos de pulque, ahí estuvieron Las Glorias de Gaona, Los Triunfos de Silverio, Las Faenas de Armilla, La Estocada de la Tarde, El Trincherazo, El Quinto Toro, o la Ultima Revolera.
Nombres de pulcatas hay tantos como la misma imaginación, sin olvidar establecimientos de otro giro, como la lonchería llamada La Fonda Chiquita que parecía restaurante. Cantinas como: Mi Oficina. La Guadalupana. La Católica. Bar son. Bar sito. La Ultima y Nos Vamos, que como todos saben, es una de las varias mentiras del mexicano. Y taquerías como: Nadie como Nacho, quizá en recuerdo de la rumana olímpica. O aquella que se llamaba El Foco al Aire, en lugar del Focolare. El Tacómetro, es otro expendio de tacos, o La Catedral del Taco. O esa piquera con nombre lapidario: La Carga de los Prusianos. O el Club Hueverson. O esa otra: Doctor del Día Siguiente, o esa de título sincero: El Marcavaso.
Hoy en día los nombres en inglés golpean la imaginación. Ya no existe el talento para nombrar al establecimiento de acuerdo a los sucesos de la época o como un homenaje al ingenio o a un famoso, ahora está el café Hard quien sabe qué, o el Charly no sé qué más, o el Divino, caro desveladero con que uno de los nuevos ricos del salinato pretendió cubrirse de gloria eterna.
Los tiempos, es el cambio de estos tiempos.